Gramajo Gutiérrez ( Tucumán 1893-1961) decía “yo no pinto, documento”. Su trabajo en los ferrocarriles le permitió recorrer el país de entonces y conocer la dura realidad de los pueblos. Esa mirada de viajero y cronista se observa claramente en sus cuadros.
Hacia 1932 pintó el tríptico “El pesebre”, siguiendo la tradición de los retablos cuzqueños, en una apelación a la imaginería barroca colonial , aunque en una clave de color y composición muy nuestras, poniendo en escena un profundo respeto por la creatividad, la generosidad y la devoción popular.